Esta obra forma parte de una serie de once dibujos de Warhol realizados a partir de fotografías de Wilhelm Von Gloeden. La serie fue encargada por la Galería Lucio Amelio de Nápoles y reproducida en la publicación de la exposición.​
Con su interpretación a lápiz, de trazo rápido y fluido, Warhol revela el sustrato clásico, atemporal, que subyace en las fotografías de Von Gloeden, sin por ello destruir su modernidad. El americano no olvida en su representación la innegable humanidad de los modelos del fotógrafo: la languidez de los párpados caídos del joven vestido, como la ingenua veneración que expresa el rostro de su compañero, los alejan definitivamente de las antiguas imágenes de dioses y héroes de la Antigüedad Clásica. La obra de Von Gloeden, por otra parte, debió resultar especialmente interesante a Warhol en relación con la exploración de su propia identidad homosexual a través del arte, algo recurrente en su carrera desde sus tempranos dibujos de los años 50.